Nebrija y la ciencia

Como hombre del Renacimiento que fue, Nebrija no se limitó a un área única del conocimiento, como nos muestra este opúsculo en castellano, en que se ocupa de la diversidad de horarios de España, publicado en 1516 en Alcalá de Henares, por el impresor Arnao Guillén de Brocar.

Presentamos aquí el prólogo que, para comodidad de los lectores, reproducimos con la grafía del español actual.

 

 

Prólogo en que el maestro Antono de Nebrissa habla con los lectores acerca de la tabla que hizo y publicó de la diversidad de las horas y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de toda España, y por consiguiente de todos los otros que les responden por sus paralelos.

NebrijaMuchas cosas están puestas en la común opinión del pueblo ignorante, que la razón y artificio muestran ser de otra manera. Como aquello que todos comúnmente piensan que el crecer y menguar delos días se hace igualmente, y porque en los seis meses del año crecen y en los otros seis menguan, piensan que teniendo el menor día del año nueve horas y quince el mayor, como en Toledo, que por esso los días crecerán una hora en cada mes, y por el contrario en los otros seis meses menguarán otra hora en cada mes, como a la verdad en sólo el mes de marzo crezcan tanto cuanto crecieron en el mes de enero y febrero pasados, y los veinte días de diciembre después que comenzaron a crecer. Y por el contrario, tanto menguan en sólo el mes de setiembre quanto menguaron en julio y agosto y los veinte de junio después que comenzaron a menguar.

Eso mismo aquello que porque el año se parte en cuatro partes. La primera desde el solsticio de invierno que es el menor día del año, hasta que en el mes de marzo igualan las noches con los días, que es el equinoccio del verano; la segunda desde allí hasta el solsticio del estío, que es el mayor día del año; la tercera desde aquel solsticio hasta que otra vez enel mes de setiembre igualan las noches con los días, que es el equinoccio del otoño; la cuarta desde este equinocio hasta el otro solsticio del invierno, que es el menor día del año. Todos piensan que tanto tiempo hay desde el solsticio del invierno hasta el equinoccio del verano, que es la primera quarta, como desde este equinocio hasta el solsticio del estío que es la segunda cuarta; y tan bien, que tanto hay desde el solsticio del estío hasta el equinocio del otoño, que es la tercera cuarta, como desde este equinocio hasta el solsticio del invierno, que es la ultima quarta, siendo otra la uerdad.

Porque como quiera que los días del año crezcan ciento ochenta y dos días y medio y tres horas, y mengüen otro tanto tiempo, en la primera quarta, que es desde el solsticio del invierno hasta el equinocio del verano, hay dos días y quinze horas menos que en la segunda quarta, que es desde el dicho equinoccio hasta el solsticio del estío. Y también en la tercera quarta del año, que es desde este solsticio hasta el equinoccio del otoño, hay otros dos días y quince horas más que en la otra última cuarta del año, que es desde este equinoccio hasta el solsticio del invierno. Esso mismo aquello que parece que no es de creer, que el mayor día del año con su noche sea mayor que el menor día con la suya, siendo la verdad que el día mayor del estío es algún tanto mayor que el menor día del invierno con su noche. Pero todo lo sobre dicho ligeramente se prueba en las ciencias, a quien pertenece tratar de semejantes cosas, como quiera que el vulgo, que no juzga sino por el sentido, piense otra cosa con el cual ahora nos queremos conformar en lo que no hay mucha diferencia y el error es poco.

Es otro no menor error que los pasados que en la cabeza de todos los meses en los calendarios está escrpto como por título que tiene el día ciertas horas y ciertas la noche. No pudo ponerse cosa de mayor desvarío, porque ni las partes del mes tienen entre sí igualdad, ni el número de las horas de cada día es uno en todoos los lugares: porque, en las Canarias, el mayor día del año es de treze horas y la noche de once, y, por el contrario, el menor dia del año es de once horas y la noche de treze; en Tanjar y Arzilla, ciudades de África, el mayor día del año tiene catorce horas y una duodécima y la noche diez horas menos aquella duodécima parte de hora; en Sevilla, el mayor día del año tiene catorce horas y una tercia parte de hora, y la noche diez horas menos aquella tercia. Y porque no nos apartemos del ejemplo que pone Ptolomeo, en la villa de la Coruña, que fue lugar de convento y jurisdición de romanos, el mayor día del año tiene quinze horas y una octava décima parte de hora, y la noche nueve horas menos aquella octava décima parte.

Y así procediendo de medio día a septentrión por Francia, Alemania, Bohemia, Noruega y Roxia hasta llegar a tierra donde el mayor día es de veinticuatro horas, y la noche no tiene sino un momento de hora. Y llamo yo ahora día después que nace la mitad del cuerpo del sol hasta que se pone la otra mitad, y todo lo otro noche. Item quando decimos aquí horas o partes de hora, no entendemos por la duodécima parte del día o de la noche, sino por estas vulgares del reloj que por otro nombre se llaman equinocciales, porque en cada una de ellas nacen quince grados del equinoccial. Y porque los días passados un religioso que tenía cargo de concertar el reloj de su casa me demandó que en tanta variedad le diese alguna certidumbre y reglas para cumplir con su cargo, ordené una tabla sacada por la declinación de los signos y grados desde el equinoccial, porque según aquella se hace la diversidad de los días y noches en todo el mundo. y porque otros algunos vernán enla mesma duda que aquel religioso, rogué a Arnao Guillén Brocario, impresor de libros, que la multiplicasse por impresión, porque si otro alguno me preguntase lo mesmo, tuviese adonde enviarlo sin me haber otra vez de romper la cabeza.